Dile al segundo que tome mi mano

Allí bulle el calor conservado en un hueco
donde cabe la existencia
como una burbuja que llena los parpadeos
de quien fecunda las mareas
La imagen es constante
cual constante el movimiento
Yo no tocaré la noche
donde las bestias se besan
pues la vida no muere, apenas si se desordena
Yo no caeré en alud
desde el lugar del viento que aún reza
pues la muerte no nace, si acaso, se colma de perlas.
Por ello, dile al segundo que tome mi mano
bajo esta luz de sueño liviano
entonces evocaré el camino que lleva hacia la nieve más tierna
En ese, el lugar donde los niños devoran la maleza
incendiaré mis palabras junto a las tuyas
para que las nubes lluevan sobre mí sus dagas eternas de notas oscuras
Y, así, en un rugido intacto mi latido se precipite
esparcido sobre las flores de voces silvestres
en el convite del Tiempo sin que Su calma se agite.




Germaine Tailleferre - Concertino pour harpe et piano