I love NY



Dando tumbos su chirriar cesó,
era un violín descompuesto durante generaciones de música celestial.
Ya nadie le prestaba atención en medio de las cloacas de smog y las nubes atestadas de basura.
Él insistió en perdurar, en naufragar, en prostituirse por un poco de pan.
Las cuerdas, el diapasón, las yemas amarillas y su vibrato sin igual.
¡Cuánta modernidad!
Una gota cayó al concreto, hizo temblar la ciudad.
Ese día Nicolei durmió eternamente.
Y con él, viejo indecente, 4 siglos de tradición migraron al pasado y sus recitales entre hojas de oro, ¡bah! a quién engañamos: se fueron a resguardar entre los escoldos del frío Salzburgo, donde también hay hambre, aunque mucha tradición.

Pero Wall Street ofrecía una sinfonía mejor:
This is New York!,
la tierra prometida.