Me estremece el llamado de su estómago abierto a devorarme
y hacerme lengua,
aspaviento de saliva,
glándula polar,
océano negro.
c h a t a r r a h ú m e d a
M
e
d
es liz o
viscosa y sin freno
desde
°
un círculo denso a otro,
o
sutil y posterior
o anterior
O
que me recibe,
una y otra,
con su remanente refrescante,
incesante,
O de refulgencia nívea.
A las 24 y 1' surco el mismo lugar, siempre diverso,
siempre el mismo.
Pequeños instantes. Se acelera el ritmo de días y noches que se abren, que se cierran. Notación libre.
Entiendo que la acústica nunca es un aunque, es el poder de om, eterno como el dactilófono.
Mi foca es un tren,
un piano agitado, ebrio,
suspirante;
un cardumen de surubís,
mi foca es el desierto y sus dunas
el estornudo del hielo
el revés de mi amor
la roca submarina
el pezón agrietado de la Tierra,
es mis horas y mis deseos y miedos,
también la sonora poesía
la euforia
la disforia
el blanco,
mi foca es el cero
mi foca es de cristal, de metal, de piel y vísceras.
Yo soy mi foca pero ella dejó de ser sólo yo.
Mi foca ya se fundió con la corriente gélida y se
olvidó de mí.
Mi foca me tragó.
Yo soy el agua gris que ella engulle,
mientras acelera su rastreo de ese no se qué
que la reclama desde lejos, en otro tiempo,
en otra órbita mamífera de seducción.
Ahora persigue su instinto con la fuerza
que le dí.
Ahora es tejido frío que no me busca, que no me extraña,
pues soy el débil eco de su creación.
Todo cae, cual papel mojado, en la caja de cristal que se percibe cuando llueve.
Es una caja invisible e ineludible.
Un misterio de muerte.
Una sombra clara.
Foca obstinada.
Tú.
Nadamos una dentro de la otra,
aunque ya no sé cuál es quién,
mi necia foquita albina,
mi sombra oscura entre las olas de luna.
Nadamos devoradas
hacia algún fondo de la caja traslúcida.
Tus aletas nos zambullen impulsadas por la furia de mi aliento.
La nada puede ser una foca.
También una caja de cristal.
Om.
