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Amanecer en el sopor onírico de las flores del sexo o anochecer en la reiteración dorada de las palabras. Sentir al desconocido por el poder de su presencia o retozar con las proyecciones de memorias pasadas. Ser con los miedos propios y los ajenos o caminar por la línea marcada hacia el crepúsculo de las certezas. La energía, el aire, las bestias, carecen de fronteras racionales. Experimentar el movimiento de las palabras y de las actitudes exterioriza la belleza, antes intacta, en el santuario de las criaturas de estepa. Experimentar el juego sensual y tomar turno en el partido de la vida. Depredar o alimentarse, presa, del estómago depredador. Comprender al círculo por el centro, el radio o la circunferencia. Si acaso por un punto.