Ese mosquito volaba jazz (2007)


36°. Las calles desiertas. Lo verdaderamente contundente: los reflejos en la cristalería interminable de cerrados y regrese más tarde.
Ni siquiera las putas salieron a sudar las pieles ya chamuscadas por pasiones incendiarias. Tampoco lo hicieron las urracas traficantes de verdades manoseadas por el parloteo. Estaba en la tierra de nadie. En la tierra vacía.
Dos grados más. En algunos patios, niños jugaban con agua. De las jícaras al piso moteado de humedad. Estaba mi corazón sediento de humedad.
Esperé avanzando paso a paso hacia una razón. Nada. Reflejos y sudor. El mundo real me parecía algo clausurado. Una caja de cartón con la tapa puesta sobre mi cabeza y el sol. Sólo su compañía podría explicar el calor. Aunque todos los encierros son termodinámicos. ¿Será por el movimiento conjunto de las moléculas que anhelan libertad, el movimiento de los fotones...?
Sé que está ahí, pero no puedo verlo, dije, sin saber qué estaba, con la certeza de que estaba ahí. Al menos ya me era claro que buscaba lo que está.
Otra esquina por doblar, hasta reducirla a decenas más, dobladas, cruzadas y por doblar y por cruzar. Tras dar la vuelta, mi deseo se agrietaba un poco más a lo ancho, un poco más a lo profundo y nada. Estaba en la tierra de nadie. En la tierra vacía.
Cada árbol, poste, construcción, algo, se imponían obstruyendo mi vista de aquello que estaba ahí. Sencillamente decidí cambiar la estrategia, así que tomé asiento para reconsiderar mi situación. 36°. Las calles desiertas. Lo verdaderamente contundente: los reflejos en la cristalería interminable de cerrados y regrese más tarde. El tiempo se modeló de una acera a la hoja del pasto al horizonte de reflejos a los letreros de cerrado y regrese más tarde a una acera a la hoja de pasto... y entonces todo terminó.
Cual cristal rompiose
El ardor calmose
Tiempo fracturado
Realidad punteada
Dualidad integrada
¡Ese mosquito volaba jazz!