19052015

¡Qué vaivenes abismales del vacío primero!
Hacen brotar la fuente de los matices  y
semillas con las formas porvenir.

Tú, hacedor de palabras,
entra al jardín, venturoso,
pues has salido a buscar
noche
manto
retorno.
Y, aunque ¡ni siquiera palabras
sean las palabras! Dime:
¿y si la noche fuese acaso una sola
tan
pero
tan brillante
que no podemos verla?
Sí, una sola, que nos alumbra con sus parpadeos,
una noche eterna que todo lo ve, que todo devora...

Tú, hacedor de silencios,
vigila, comprende,
que mientras las palabras fluyen
escurridizas hacia el río de la vida
a nosotros la vida nos liquida
hacia el río de la muerte.

¡Qué quimera tan preciosa de grácil ceguera
nos trae hogueras de soles muertos
perdidos lejos, muy lejos en el tiempo,
para, en el desasosiego,
nuestros pasos aligerar!
¡Qué quimera poderosa
que nos impide poseer
lo que nos anima a crear!

Nosotros, nómadas del sueño
libamos en los vasos de nuestros fantasmas
¡Estrellas oscuras, viajamos en busca de nuevas fantasías!
Y, ciegos, observamos a la quimera sin rostro,
sordos, escuchamos el relámpago de la fragilidad,
descorazonados amamos, presos del tiempo
con palabras en lugar de frutas
en el jardín de las delicias.





¡Qué vaivenes abismales
del vacío primero!
Hacen brotar la fuente de los matices  y
semillas con las formas porvenir.

Cuántas frutas estrelladas como pajaritos
cuelgan de las notas
que ya son rocío
y, a veces, palabras.
No son ya semillas,
¡ni siquiera palabras
son las palabras!

Entra al jardín, venturoso,
pues has salido a buscar
noche
manto
retorno.
Cual sol extinto
cuya luz aún viaja
tintinando rodeada de oscuridad,
¡surca el espacio al unísono de la fugacidad!

Tú, hacedor de palabras que entraste al jardín