1900

El barquito se anduvo entre Marsella y Cerdeña, sobre las nubes de agua olvidadas por los marineros de tierra. En cada estación sólo una estrella se contiene en la posición de la marea. Esa posición, de entraña, cabal estanco para el monstruo que sueña desde las profundidades de la tierra, es la misma que guía a los cazadores entre los bosques hasta alcanzar a su presa. Las presas también son robles y en sus rostros caben los rostros del cazador. Del azul negro que se torna cielo, cada diamante destila una nota a la sazón del tiempo. El mar y el tiempo, el cielo y el tiempo, encuentran un testigo para hablar de cómo, aún, se siguen moviendo.


Ruan Hoffmann


¿Es acaso posible que haya un destino, que éste se sepa el camino y que, aún más, entienda cómo identificar cuándo se está a la mitad? La onda expansiva en el núcleo de cada acto detona si le halla el vértigo en medio de la vastedad. ¿Es la ciudad, cada una, espacio para la sinfonía de todos los hombres? Convertido en natura, expandido en ritmo, el ser metacognitivo ¿puede dar indicio de otra levedad? Porque aquello que consideramos incierto es, a veces, la única boya de seguridad que nos ancla a lo inmediato. Pero al encontrar la clave taciturna en la confirmación del acto (que en un segundo se torna pasado) nos perdemos, una vez más, al delirio de lo imaginado.  



Suren Manvelyan - Night armenian spirit