Cuida tus dedos, el disco de la luna está recién afilado. Es por el cabello de la sirena que canta, el crujir del cielo. Este globo aerostático de tus ideas naufraga entre banderines estivales. El frío cocina la razón, el hueco esternón se inflama y sangra, sangra, sangra. San. Mi sol tiene su carne. Le mastico y luego, me hace el amor. En mi vientre, un aborigen. El origen de otro dios. Se llama Grillo. Él se autonombró. Volé con las nubes de venados al Cáucaso, y toqué la mandolina. En la artesa es donde duerme la virgen. En el palacio la ramera. También la monja en un embrión. Todas son piedras y chocan sus voces contra la arena. Son tus pechos la agonía de mi infancia. La mesa de ébano bajo velas de mi vejez. Isabel ¿por qué no luchó como tú tu padre? Contra él, infame Cortés. Los susurros perdidos de los bosques son el despertador de la aurora. Ésta, la carta extraviada del delirio. Mi flor de madrugada.